Mostrando entradas con la etiqueta REFLEXIONES. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta REFLEXIONES. Mostrar todas las entradas

AD CANSINUM HISTORICUM (mi hablulatorio)


AD CANSINUM HISTORICUM

Sí, el latín está muerto, y Platón y Safo, y Shakespeare, y Marilyn Monroe y Virgilio...

Una profesora de Latín (o profesor y también si se es de Griego) a menudo se encuentra ante la cansina afirmación de que el latín es una lengua muerta, y es cuando recuerda esta al humorista José Mota y su Cansino Histórico. Algunos lo dicen o lo preguntan -lo de la lengua muerta- llevados por una ignorancia auténticamente inocente (del latín 'in-nocentem', que no hace daño), pues, acostumbrados, tal vez, a un mundo de satisfacciones inmediatas y de servilismo económico deshumanizado, no es de extrañar que les parezca una lengua muerta que no sirve para nada.

A la profesora no le cuesta nada explicarles a estos lo importante que puede ser aprender latín y griego y hasta qué punto estas perviven en nuestra lengua y en todas las romances, y cómo todas las disciplinas del saber están plagadas de términos procedentes del latín y del griego, en qué medida un buen conocimiento del latín puede ayudarnos a conformar un pensamiento más analítico y profundo en cualquier disciplina que emprendamos; y cuán numerosos e influyentes son los autores griegos y romanos de los que toda nuestra cultura se ha nutrido y se nutre. Por eso son clásicos. En serio, eso a ella no le cuesta nada, de hecho, en eso consiste su trabajo.

Lo peor, por tanto, no son los ignorantes justificados, ni tan siquiera es malo, ... Lo peor son los ignorantes improcedentes, es decir, gente supuestamente con cultura o, al menos, hasta con título universitario; y de estos hay dos tipos que, a veces, son uno solo con sus manifestaciones varias, dependiendo del auditorio:

1) Los que se jactan de que ellos no han necesitado el Latín para nada, y a los que a menudo se les escucha expresiones del tipo "pienso *de que el latín es una lengua muerta" (en lugar de "pienso que..."), o "*a groso modo puede decirse que el latín no sirve para nada" (en lugar de "grosso modo..."), o "esto es una *problemática enorme" (en lugar de "...problema "), o "yo odio el latín por el profesor que tuve..." (hay gente, desde luego, que no madura nunca, yo también tuve mal profesor de Filosofía y de Matemáticas y no dejan de parecerme interesantes y necesarias ambas disciplinas , aunque tenga mis preferencias)...Sobre estos podría seguir añadiendo ejemplos de los que conseguiría reunir lo suficiente como para completar una auténtica antología (¡se me acaba de ocurrir una idea!). Pero no, no termina la cosa con los ignorantes por estulticia (del latín 'stultitiam', estupidez, es decir que se esmeran en ello), que no merecen que me extienda mucho más, al menos por hoy. 


2) El colmo de la matraquilla viene cuando algunos supuestamente cultos y conocedores de la lengua propia, incluso de alguna foránea, considerándose poseedores de un humor finísimo, afirman con caritas de ángel que el latín es una lengua muerta, creyendo que se van a encontrar ante un interlocutor -o sea la profesora de Latín- que, luchando para no perder los estribos y mandarlo a la puñeta, haciendo alarde de una infinita paciencia (porque le enseñaron a ser educada), les explica con todo detalle algo que ya el ángel sabe: que el latín es una lengua evolucionada en las numerosas lenguas romances que de ella proceden y que, por tanto, no se puede decir que sea una lengua muerta como sí puede afirmarse del osco o del umbro, lenguas itálicas desaparecidas por completo. Lo mismo sucede con el griego antiguo evolucionado al griego actual.


Pues no. Dejémonos de pañitos calientes, ¡me cachis! El latín es una lengua muerta en la medida en que no responde a los parámetros de ninguna lengua moderna. Ahora bien, llegados a este punto, el interlocutor -o sea la profesora-, debería preguntar al sujeto (dotado de tan fino humor) si aún le vive su madre, y tanto si responde sí como si no, ha de volver a interrogarlo sobre si considera importante hablarles de su madre a sus hijos (si los tuviera), o al mundo, y recordarles cómo era su madre y qué influencia tuvo en él; o en qué medida él es hoy  réplica y/o negación de lo que fue su madre; y en fin, ha de preguntarle también si considera a sus hijos meritorios de ese legado, del recuerdo de su abuela...

¿Acaso no cabe un razonamiento similar para nuestra lengua madre? Muerta, sí, pero como lo está Virginia Woolf, Emily Dickinson, Alejandro Magno, Cleopatra, Shakespeare, Platón, Safo, Virgilio...

En fin, hay una serie de afirmaciones y preguntas que ponen  en evidencia al imprudente, y claro que siempre este podrá contestar finalmente, ante la cara de estupor de la profesora de Latín, <<mujer (u hombre si es profesor), no te enfades, era broma, solo quería oírte, picarte un poquito>>, al tiempo en que hace un guiño gregario al auditorio, dando por hecho que encontrará ojos conniventes que estén a la altura de su tan exquisito  humor. Pues bien, ante eso, la profesora, muy educada ella, mantendrá el tipo y dirá <<no, si no estoy enfadada, solo sorprendida>>; pero...bah, paso, ¡qué necesidad!

Posdata: si se ve reflejado usted entre alguno de l@s sujet@s descrit@s, no se preocupe. Bastará con que entone un mea culpa y con que no desentone en el propósito de enmienda. Todos nos equivocamos en algún momento, pero que no se repita 😉


  Alma-amater©2014

presentación © (Hablulatorio)

Desde la infancia las palabras me han obsesionado, por su belleza o por su fealdad, por su poder y por su atractivo y, sobre todo, porque me permiten ser, ya que entre escribir y pensar hay una simbiosis íntima y amorosa, por eso es tan excitante y por eso las elegí para ganarme la vida, en el amplio sentido de la palabra. 
Descubrí, gracias a mis maestros, que no es posible la civilización sin la presencia protagonista de la palabra y constaté, por el contrario, que es el temor, la manipulación y violación de la verdad de la palabra la que forja el retroceso o la destrucción de la civilización. Así que aprendí que las palabras lo eran casi todo y que lo que no se puede 'empalabrar' difícilmente se puede transmitir a otros pueblos y generaciones; y que la palabra que uno no diga no la dirá nadie nunca por uno.

Evidentemente todo este misterioso poder no es producto de la casualidad; para disfrutar plenamente de ellas, las palabras, es necesaria la intervención de, al menos, tres de los órganos protagonistas de sendos sentidos: ojos, oídos y lengua. 
Parecería a priori que se inhiben tímidamente de este pletórico disfrute los sentidos del tacto y del olfato, y así es en sentido estricto, pero ¿quién no ha deslizado alguna vez con fruición sus dedos por las hojas de un libro o de un diccionario buscando esa rebelde sin causa que nos inquieta?, ¿quién no ha disfrutado alguna vez de ese olor penetrante que nos subyuga cuando entramos en una biblioteca, donde aguardan tantas palabras encerradas durante años e incluso siglos? Ese olor tan característico es el olor a humanidad. 
Deseo compartir, pues, sin ambages esta atracción por ese mundo raro y misterioso que  me envuelve e hipnotiza como un buen bolero; 
Por eso he creado este blog.